LA PRINCESA ELISA

Esta princesa también está triste. Lógicamente, desconoce el motivo. Su último análisis de colesterol repite las variables precisas. Preguntó a su prima, que estaba en paro aunque era el hada de Cenicienta, y la mujer creyó que quería algún vestido o algo de eso, y Elisa se vio dentro de uno de los más excelsos de la guardarropía de la emperatriz. Pero qué va. Encendió su ordenador.

—Pantalla del ordenador, decidme… ¿Pero es que puede haber alguien más triste que yo?

Conectó con internet y por la impresora salió un folio: «Falta de manzanas. Niveles bajos de vitaminas A, B, C, D, E. Potasio, sodio, hierro. Facilitan la sonrisas y las ganas de mirar la luna».

Tras leer el papel, Elisa envió un correo electrónico highest a su mayo9rdomo para que trajesen un par de manzanas y así recuperar el sonreír.

El mayordomo mandó un dibujo de manzanas por mail a su princesa. Ella hizo imprimir las frutas y fue cuando el hada madrina, experta en otros cuentos, que seguía allí con su varita mágica de toda la vida, convirtió, de un solo toque, el dibujo aquel en un par de relucientes manzanas que hicieron feliz para siempre a la princesa en dos o tres mordiscos.

Miguel Perdigón (1959)

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