Casi una veintena de premios —entre ellos, el Nacional de Poesía y el de Literatura de la Generalitat (2008), el Iberoamericano de poesía Pablo Neruda (2017) o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (hace seis meses)— y una treintena de libros —donde sobresalen Estació de França (1999), Càlcul d’estructures (2006), Casa de Misericòrdia (2007), Un hivern fascinant (2017)— después, Margarit es rotundo: “Una es materna; la otra es adquirida y la quiero: no voy a renunciar a las dos lenguas, digan lo que digan los políticos”. El País
En su web podemos rastrear el sendero de su poesía, una poesía consoladora, salvadora. Nos queda la música y la poesía, suele decir, cuando todo lo que queremos se nos va yendo…
SATURNO
Destrozaste mis libros de poemas.
Los lanzaste después por la ventana.
Las páginas, extrañas mariposas,
planeaban encima de la gente.
No sé si ahora nos entenderíamos,
viejos, exhaustos y decepcionados.
Seguramente no. Mejor dejarlo así.
Querías devorarme. Yo, matarte.
Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.
Siempre he tenido conciencia de que, para mí, la poesía se extendía por toda la vida. La prisa, pues, no ha formado parte de mi relación con el poema. El juicio final lo hará el tiempo y, al contrario de los juicios finales de las religiones, yo no sabré el resultado. A mí me corresponde sólo -y no es poco- el día a día con los poemas sin más justificación, placer o compensación que buscarlos, componerlos y escribirlos. Ninguno de nosotros contamos mucho, incluso los que parecen contar mucho, pero nos puede salvar lo mismo que, curiosamente, también puede salvar el poema: su honesta intensidad.
Joan Margarit (Del prólogo a la primera edición de Tots els poemes 1975-2011, Grupo 62, labutxaca)